Viviana
Hormazábal González
Créditos
fotografías: Patricio Contreras Parra
Una de las características de la
provincia de Ñuble es la gran diversidad de artesanías que son producidas en
las diferentes comunas que la componen. De cordillera a Costa encontramos múltiples
ejemplos, como los tejidos de Minas del Prado y San Fabián de Alico, la
cestería de Coihueco y Liucura, las chupallas de paja y arpilleras de Ninhue y
las piezas cerámicas de Quinchamalí, La Florida y Cobquecura.
San Carlos, cuna de Violeta Parra, jamás se
destacó por su patrimonio material ya que este se encontraba en total desconocimiento.
Sin embargo esta comuna obedece al mismo principio provincial, pues aquí se elabora
artesanía muy tradicional y de gran calidad, como el tejido a telar, talabartería,
cestería y mueblería en fibras vegetales y cerámica.[2]
El
tejido a telar es la artesanía más difundida en la comuna. Dentro del
territorio son dos los tipos de telares más utilizados, el telar parao o vertical, donde se elaboran
mantas, ponchos corraleros, frazadas y fajas; y el telar botao u horizontal, para tejer exclusivamente frazadas y charlones.
La tradición del telar parao se remonta siglos atrás y tiene su
origen en la cultura mapuche. Se llega a esta conclusión ya que las artesanas
locales utilizan la misma técnica de tejido, poseen conocimientos acerca del
teñido natural (como la utilización del “robo”) y además mantienen algunos nombres
de las partes que componen el telar, como quilva, tonón y ñireo. Sin embargo, las artesanas de la comuna conservaron
el tipo de tejido más básico, el liso o llano y el palitos trocados
(peinecillo), no manejan la técnica de urdido y tejido para desplegar la
iconografía característica de los textiles mapuches.
La particularidad de las artesanas
locales está en el urdido. Lo más común es utilizar un ovillo, pero aquí se trabaja
con dos ovillos a la vez. Desconocemos si existen artesanas en otras zonas que lo
hagan de manera similar, en caso contrario, estaríamos ante una técnica de
urdido local.
Las
artesanas realizan cada uno de los pasos para obtener un textil. Primero deben
esquilar, lavar y secar la lana, luego viene el escarmenado y la preparación de
esta en cadejos o evanas para hilarla. Con el huso la
artesana convierte la lana en un fino hilo, luego viene el torcido, donde se
tuercen dos hebras para formar el hilo con el que se tejerá. Los siguientes
pasos son aspar el hilo, lavarlo nuevamente, dejarlo secar y ovillarlo.
Finalmente está listo para urdir en el telar y tejer.
El sello de los textiles locales
está en la fineza del tejido y los colores utilizados. Las tejenderas de la zona son eximias hilanderas, con mucha experticia
logran que la lana se transforme en un hilo muy delgado y en consecuencia, la
pieza resulta muy liviana. No es muy común el teñido de las fibras, las
artesanas trabajan los colores naturales de la lana de oveja en sus distintos
matices: blanco, gris, café y negro, para hacer sus mantas o ponchos
corraleros.
El tejido de ponchos corraleros en
específico, está plenamente ligado al mundo huaso. Lo mismo ocurre con los talabarteros,
quienes se ocupan de la fabricación de riendas y monturas para el caballo. En
la ciudad también existe la marroquinería, o la elaboración de artículos en
cuero como cinturones, billeteras y porta cortaplumas.
Mediante
la curtiembre se consigue transformar la piel del animal en cuero, la materia
prima del talabartero y marroquinero. Este proceso ya se está obviando y los
artesanos prefieren comprar el cuero ya preparado, pues se necesita de mucho
espacio y condiciones sanitarias óptimas.
En la Cárcel de San Carlos se
encuentra el taller de talabartería más grande de la ciudad, allí alrededor de
25 artesanos trabajan para curtir cuero y elaborar riendas de todo tipo y con
diferentes trenzados. En la comuna, los artesanos de la cárcel y el
marroquinero son los únicos que aún utilizan la costura en tiento, cuando se cose
con cuero de chivo curtido en lugar de hilo.
Otro tipo de artesanía registrada
es la cestería en mimbre y pita. Con el mimbre los artesanos elaboran bellos
canastos y cestos de todo tipo, utilizando las fibras casi en su estado natural,
pues la varilla de mimbre solo se pela y se desmiembra en las 3 o 4 huiras con las que se tejerá. Además, también
hacen sillas y sillones, los que llevan mimbre tejido en asientos y espaldares.
La artesanía en pita es relativamente nueva dentro del espectro artesanal de la ciudad, con esta fibra vegetal se elaboran objetos utilitarios y decorativos como cestos, paneras, palilleros, murales y chupallas y canastos en miniatura. Estas piezas se tejen con una técnica similar a la cestería de Hualqui.
La mueblería en fibras vegetales de
batro y coligüe es muy común en la comuna. El batro es utilizado para “empajar”
los asientos y espaldares de sillones, sillas y pisos. Y el coligüe se ocupa en
el “enchapado” de muebles de todo tipo. Sin embargo esta artesanía corre el
riesgo de desaparecer. Por un lado, la disminución de las ventas ha golpeado
fuertemente la producción y por otro, la escasez de la materia prima, en el
caso específico del batro, significa un grave problema.
La elaboración de cerámica era una
práctica que se creía ya extinta, sin embargo aún se puede encontrar artesanas
que trabajan en pequeña escala. Al igual que el telar, esta es otra tradición
más heredada de la cultura mapuche, los indicios están en la técnica de
modelado por ahuecamiento y enrollamiento anular que estos utilizaban y que se observa
en las piezas históricas de la comuna.
La cerámica registrada es de
carácter utilitario, las artesanas modelaban ollas, vasijas, jarras, cántaros,
platos y pocillos. Esta se elaboraba en los sectores rurales y la forma de
comercialización era por medio de la venta o el intercambio por cereales y
legumbres. La demanda de esta artesanía era muy alta, como los costos de
adquirir loza industrial eran elevados, los campesinos utilizaban la que sus
vecinas o familiares modelaban.
Las piezas de antaño destacan por
sus formas puras y tonalidades que remiten a la arcilla de la que fueron hechas
y, a pesar del desgaste provocado por su vida útil, la calidad del trabajo de
las loceras locales aún está
manifiesto en ellas.
Un rasgo transversal a todas estas
artesanías es la funcionalidad. Lana, cuero, fibras vegetales y arcilla son
materias primas que se trabajan para elaborar objetos que serán de utilidad,
que formarán parte de la cotidianeidad de los pobladores.
San Carlos es una comuna muy rica
en cuanto a su cultura popular y tiene todas las cualidades para posicionarse
como un nuevo centro artesanal dentro del territorio provincial. Además de las
artesanías descritas, también hay cantoras y fiestas agrícolas y religiosas,
prácticas culturales que están muy arraigadas en la comunidad y que hacen parte
de la identidad local.
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