martes, 27 de octubre de 2020

Notas sobre la relación entre la obra visual de Violeta Parra y la tradición alfarera de Quinchamalí

 

Viviana Hormazábal González

En el presente artículo se llevará a cabo un ejercicio interpretativo de la obra visual de Violeta Parra. A modo de ejemplo, dos de sus obras serán comparadas con ceramios de Quinchamalí, para sostener que este imaginario visual sería un componente basal en la plástica de Parra.

La alfarería de Quinchamalí

La localidad de Quinchamalí se sitúa a unos 30 Km. al Suroeste de Chillán, en la Provincia de Ñuble. Su alfarería es uno de los productos artesanales chilenos más valorados en el país y el extranjero, siendo la coloración negra de estos ceramios su característica más distintiva. Las investigaciones realizadas en la primera mitad del siglo pasado señalan que los objetos allí elaborados en pleno siglo XIX eran de uso doméstico, cerámica utilitaria, loza grande o de línea abierta, según la nomenclatura de las artesanas[1] del lugar. Habría sido a inicios del siglo XX cuando la tendencia decorativista, ornamental, loza chica o de línea cerrada, comenzó a entrar y aparejarse a las piezas utilitarias, conformándose la tradición alfarera que conocemos hoy.

Se cree que el arribo del tren a Quinchamalí cerca de 1907 habría sido fundamental para el vuelco hacia lo ornamental, pues facilitó que las artesanas viajaran a Chillán para vender sus cerámicas en el Mercado. Y sería este contacto campo-ciudad el motor de cambio para esta artesanía. Las figuras decorativas más antiguas conocidas son la guitarrera y el chancho alcancía de tres y cuatro patas, que fueron registrados por primera vez a principios del siglo XX. Pronto las loceras comenzaron a modelar jinetes, vaquitas parías, burros, pavos, patos y gallinas.

 

Cruces entre Violeta Parra y las loceras de Quinchamalí

 

            Existe un tronco cultural común entre las loceras de Quinchamalí y Violeta Parra, ambas pertenecen a las tierras de Ñuble. Violeta nació en San Carlos en 1917[2], pero pasó su primera infancia y parte de su adolescencia en la ciudad de Chillán. En ese entonces, figuras como la guitarrera eran ya parte del espectro formal de las artesanas de Quinchamalí y eran vendidas en el Mercado de la misma ciudad. Por lo que Violeta tuvo su primer acercamiento a esta tradición en su fracción ornamental allí.

            Además hay datos que apuntan a un contacto humano directo. Práxedes Caro (1914-1994), una de las loceras más famosas de Quinchamalí, conoció a Violeta Parra cuando ambas participaron en las Ferias de Artes Plásticas del Parque Forestal en 1959 y 1960. Relata que “Cuando llegamos a Mapocho, al Forestal, ahí estaba la feria. A nosotros nos tocó, aquí estaba la Violeta Parra, aquí estaba Manzanito el de los mimbres y todos así.”[3]

Este contacto humano y tradición cultural común habrían marcado la obra de Violeta. Sus primeros trabajos plásticos fueron figuras en greda que exhibió y modeló in situ en la Primera Feria de Artes Plásticas en 1959. Violeta hacía ceramios de las mismas temáticas que abordó en sus versos y canciones, y posteriormente, en óleos y arpilleras. Modelaba “guagüitas por ponderación” (angelitos), “cuadros por padecimiento” y también cantoras. Y luego, en varios de sus tapices y cuadros representó piezas de greda quinchamalinas, como en las obras La cantante calva y Velorio del angelito.

 

“Cantaritos de Quinchamalí” en arpilleras y óleos

 

En la arpillera La cantante calva (fig. 1), de 1960, se observan dos personajes en el sector izquierdo cantando y tocando el arpa, mientras en la derecha se encuentra un tercer personaje junto a un perro. Tita, nieta de Violeta, describe la historia detrás de esta obra: “…la Viola estaba en cama bajo reposo para sanarse de la hepatitis, ocupando su tiempo en las arpilleras, cuando no se le ocurre nada mejor que le llevemos al perro para sujetarlo de pie y ella pudiera bordarlo. Nos costó un mundo mantener al perro en esa postura, pero así quedó perfectamente bordado en la arpillera La cantante calva.”[4]

Si bien esta arpillera no se ciñe a las reglas de la perspectiva euclidiana, se puede identificar un segundo plano donde se observa una serie de cántaros similares a las piezas quinchamalinas. Se reconocen de izquierda a derecha botellas-cántaro, una guitarrera y jarros zoomorfos (figs. 2, 3, 4 y 5).

Por otro lado, en el cuadro Velorio del angelito (fig. 6) de 1964, Violeta representa la tradición popular de considerar a los infantes fallecidos como angelitos, y velarlos vestidos con un alba blanca y alitas. Al centro, pero en segundo plano en el espacio pictórico, está el angelito. En el sector izquierdo está la cantora de platinados cabellos que asiste al velatorio. En el sector derecho hay cinco cerámicas cerámicas sobre un mueble, una de ellas es negra con esgrafiados blancos: el sello de la alfarería quinchamalina (figs. 4 y 5). Es probable que se trate de una guitarrera, figura de barro que espejea a la cantora “real” que tiene al frente.

Otras obras donde Violeta representa cerámicas quinchamalinas o hace referencia a este imaginario son Cristo de Quinchamalí (1959), Fiesta en casa de Violeta (1964), La muerte del angelito (s/d) y El pájaro y la grabadora (s/d).

 

La tradición alfarera quinchamalina en la obra visual de Violeta

 

Sin embargo, existe una relación más profunda y determinante entre la obra visual en general de Violeta Parra y las formas escultóricas quinchamalinas, que va más allá de bordar o pintar estas piezas.

Violeta posee un sello particular en la forma de construir sus personajes, lo que nos lleva a reconocer sus obras a primera vista. Esta estampa que distingue la obra visual de Parra podría deberse al tránsito de un lenguaje telúrico tridimensional a un espacio bidimensional, pues ella se inició en las artes visuales modelando cerámicas. Pero además, si observamos los distintos personajes que inundan sus arpilleras y óleos[5], podemos notar que estos nos remiten a las piezas de greda quinchamalinas. Es decir, al igual como sucede con su música y poética, donde investigó en terreno a cantores y cantoras para hacer de estos el componente basal de su creación musical; Violeta hace parte de su trabajo visual elementos que toma de tradiciones artesanales, como el bordado y la cerámica.

Violeta no sólo trabaja con estas piezas típicas introduciéndolas en sus óleos y arpilleras como objetos en la escena representada. Sino que además hay en sus obras una puesta en escena del lenguaje escultórico quinchamalino, el que es asimilado e integrado en la pintura y tapicería, específicamente en la construcción corporal de los personajes y expresiones faciales (figs. 7 y 8). La tradición alfarera quinchamalina se hace presente en la obra visual de Violeta, desde sus primeras pruebas en barro hasta sus bordados y pinturas. Trabaja sobre ése corpus de imágenes y las interpreta a su manera. Devora el lenguaje de las alfareras de Quinchamalí, lo digiere, procesa y trabaja con él con su gesto propio.

Los trabajos plásticos, poéticos y musicales de Violeta demuestran su capacidad de integrar y sintetizar tradiciones. Está constantemente volviendo a sus raíces y ejerciendo cambios e innovaciones sobre ésta, así nace su obra. Trabaja con la tradición de su pueblo y para su pueblo, creando obras que éstos puedan leer y con las que se puedan identificar.

 

Bibliografía:

FUNDACIÓN VIOLETA PARRA, Violeta Parra. Obra visual, Ocho Libros editores, Santiago, 2012.

HERNÁNDEZ, Baltazar, Las artes populares de Ñuble, Universidad de Chile, Chillán, 1970.

HORMAZÁBAL, Viviana, La tradición alfarera de Quinchamalí. Panorama actual de la cerámica negra en Quinchamalí y Santa Cruz de Cuca”, En: Quinchamalí en el Imaginario Nacional, Museo de Arte Popular Americano Tomás Lago, Facultad de Artes, Universidad de Chile, 2013.

HORMAZÁBAL, Viviana, La obra visual de Violeta Parra. Un acercamiento a sus innovaciones conceptuales y visuales a través del análisis iconográfico de arpilleras y óleos, Tesis para optar al grado de Licenciada en Artes, Mención Teoría e Historia del Arte, Facultad de Artes, Universidad de Chile, Santiago, 2013.

LAGO, Tomás, Arte Popular chileno, Editorial Universitaria, Santiago, 1971.

LAGO, Tomás, Cerámica de Quinchamalí, Edición especial de Revista de Arte, nº 11-12, Universidad de Chile, Santiago, 1958.

MONTECINO, Sonia, Historias de vida de mujeres de Quinchamalí, Ediciones CEM, Santiago, 1985.

MONTECINO, Sonia, Quinchamalí: Reino de mujeres, Ediciones CEM, Santiago, 1986.

PARRA, Isabel, El Libro Mayor de Violeta Parra, Editorial Cuarto Propio, Santiago, 2009.

PARRA, Ángel, Violeta se fue a los cielos, Catalonia, Santiago, 2006.

PARRA, Violeta, Décimas. Autobiografía en verso, Editorial Sudamericana, Santiago, 2006.

TAC, Quinchamalí, un pueblo donde la tierra habla, Impresión Arancibia hnos., Santiago, 1987.

TAC, Quinchamalí, cultura urdida entre gredas, arados y cerezos, LOM Ediciones, Santiago, 1994.

VALENZUELA, Bernardo, “La cerámica folklórica de Quinchamalí”, En: Archivos del Folklore Chileno, nº 8, Universidad de Chile, Santiago, 1957.



[1] Esta artesanía era de exclusividad femenina.

[2] Según la partida de nacimiento hallada en dicha ciudad. Sin embargo, Isabel Parra en El libro mayor de Violeta Parra (2009) sostiene que nació en San Fabián de Alico, en la precordillera, hacia el Este de San Carlos.

[3] TAC, Quinchamalí, cultura urdida entre gredas, arados y cerezos, LOM Ediciones, Santiago, 1994, p. 147.

[4] PARRA, Isabel, El Libro Mayor de Violeta Parra, Editorial Cuarto Propio, Santiago, 2009, p. 115.

[5] La arpillera La cantante calva es un ejemplo claro de esto.

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